Antecedentes
Aurora Rodríguez Carballeira nació en Ferrol en 1879, en el seno de una familia liberal y progresista. Con 16 años, quedó al cuidado de su sobrino Pepito Arriola, a quien convirtió en un niño prodigio del piano. Poco después el niño fue reclamado por su madre separándolo de Aurora y llevado a Madrid, donde tuvo un enorme éxito como músico.
Esta experiencia en la educación de Arriola afianzó en Aurora sus ideas reformadoras y eugenésicas. Soltera, culta y adinerada, deseaba por encima de todo ser madre. Su vástago habría de acometer con éxito una singular hazaña: se erigiría como salvador de la humanidad. El fruto de su seno redimiría al sexo femenino, guiando a España a un nuevo orden social. Aurora, para desarrollar su premeditado plan buscó un padre que nunca pudiese reclamar el futuro bebé, un «colaborador fisiológico», como ella lo llamó. Encontró a un sacerdote dispuesto y estando ya segura del embarazo se trasladó a Madrid para darle a su hija la vida que ella le tenía preparada.
El destino le sonrió y la niña vino al mundo el 9 de diciembre de 1914. Le puso el nombre de ‘Hildegart’, en alemán ‘jardín de sabiduría’. Desde el primer momento, Aurora se dedicó a perfeccionar su criatura. La sometió a un régimen educativo intenso y severo. La pequeña Hildegart leía antes de los dos años y sabía mecanografiar antes de los cuatro. A los diez hablaba alemán, inglés y francés y a los once años ya impartía conferencias sobre sexualidad y feminismo. A los 14 años empezó a militar en el Partido Socialista, como su madre. Se licenció en Derecho antes de cumplir los 18 y escribía artículos desde los 14. Y aunque murió a los 19, le dio tiempo a escribir 15 libros sobre sexología, filosofía y política, y a relacionarse con el novelista H.G. Wells, con Ortega y Gasset, y con Gregorio Marañón, con quien trabajó en la Liga Mundial para la Reforma Sexual.
Feminista a ultranza, Hildegart mantuvo una posición muy avanzada en la época sobre conceptos tales como la educación sexual, el control de la natalidad, la esterilización y el divorcio. Aquella adolescente pronto se convierte en un referente a nivel europeo. Todos querían contactar con la eminente jovencita española que, desde su confesa inexperiencia sexual, acertaba a opinar sobre temas de tal envergadura tan sabiamente.
Pero la jovencita empieza a dejar de serlo y su madre empieza a percibirlo. Hildegart había sido educada para ser una mujer fuerte, libre y en consecuencia independiente, y un buen día tomó plena conciencia de ello, y decidió emanciparse. Parece ser, además, que Hildegart había despertado a la existencia del sexo opuesto, vetado por su madre. Sea como fuere, Aurora empezó a ver fantasmas por doquier y recluyó a la hija en la vivienda, temerosa de que el deterioro de la relación entre ambas desviase a Hildegart del recto camino para el que había sido concebida. He ahí la gran paradoja de alguien que creía en la independencia de la mujer y sin embargo no soportó que su propia hija se independizara de ella.
Sobre las ocho de la mañana del 26 de mayo de 1933, Aurorá envió a su criada a pasear a sus perros y una vez hubo ésta abandonado la vivienda, se dirigió al dormitorio de Hildegart donde yacía aún dormida y le disparó cuatro tiros a bocajarro, tres en la cabeza y uno en el corazón, que acabaron instantáneamente con su vida. A continuación, Aurora abandonó la vivienda y se entregó en el Juzgado de Guardia, confesando su crimen y declarándose culpable desde el primer momento. El cadáver de Hildegart fue expuesto en la sede del Partido Socialista. El crimen convulsionó a la opinión pública de la época y España se convertió en foco de atención de Europa.
Condenada a 30 años de reclusión mayor, Aurora acabaría sus días en el manicomio de Ciempozuelos con un diagnóstico de esquizofrenia paranoide. En sus salas consumiría sus días confeccionando muñecas de trapo de infantil apariencia. Allí sobreviría a la Guerra Civil y allí fallecería en 1956. Tenía 76 años.
‘Mi hija es mi obra’, dijo. Sus frases, en el juicio que se siguió contra ella, son legendarias. Loca o asesina, su obra la superó, y Hildegart, la pobre muñeca de carne que nunca recibió caricias, murió a manos de su madre, que no supo dejarla ir.
SOBRE LA ÓPERA
Esta ópera de cámara en un solo acto, de una duración aproximada máxima de 60 minutos, surge a raíz de las conversaciones mantenidas con la Maestra Lucía Marín, quien se implicó en el proyecto desde un primer momento, atraída por una trama de amplia repercusión y constante revisión, tanto en el plano literario como en el cinematográfico. Compositor y directora quedaron pues fascinados por las posibilidades dramáticas que ofrece la historia de Hildegart en su compleja relación con la madre. Además, la presencia omnipresente de las dos mujeres se adecúa perfectamente a un formato camerístico, donde la acción se centre intensa y casi únicamente en el binomio madre/hija. En consecuencia, la acción trascurre, basicamente, durante los últimos días de Hildegart mientras se asiste al deterioro en la relación entre ambas mujeres hasta desembocar en el asesinato de ésta.
La innovación más notable de la estructura de la obra es la introducción de dos recitadores (a modo del rol que cumplía el coro en los dramas griegos) que, situados en el frente del escenario, intervienen en la obra para servir de enlace entre el público y los personajes. Estos narradores (podríamos llamarlos así), un fiscal y un psiquiatra enuncian los pensamientos y sentimientos de las dos mujeres, a la vez que nos ubican en las situaciones dramáticas. que se van produciendo, cada uno desde su personal óptica profesional. Es, insistimos, una manera de acercarse al concepto de tragedia griega: la distancia entre los dos puntos de vista donde los narradores establecen la diferencia entre el plano de la narración y el de la acción encomendado a las cantantes.
Para la elaboración del libreto se ha contado con la colaboración del poeta Javier Mateo Hidalgo, quien ha confeccionado un texto dramático a partir de las citas históricas y de las fuentes más fidedignas que se hallan en la publicación “Aurora de sangre”, escrita por el periodista Eduardo de Guzmán, quien fue testigo de excepción de lo sucedido en 1933.
Créditos
Hildegart, soprano
Aurora, mezzosoprano
Fiscal, barítono
Psiquiatra, tenor
Orgánico:
Quinteto de viento (Flauta, Oboe, Clarinete en Si b, Fagot, Trompa en Fa)
Quinteto de cuerda (2 violines, Viola, Violoncello, Contrabajo)
Piano
1 Percusionista (3 toms –grave, medio, agudo-, caja, gong, glockenspiel, plato suspendido, triángulo, vibráfono)