Luces de Bohemia: un esperpento lírico
La aparición el pasado año 2022 del trabajo de mi admirado José Luis Méndez Romeu “Valle-Inclán en la ópera”, coincidió en el tiempo con la relectura que hice, muchos años después de la primera, de Luces de Bohemia. Naturalmente, disfruté la obra como no había hecho cuarenta años atrás y esta vez tuve la sensación de que estaba ante un texto susceptible de ser puesto en música. La edición era la de Austral y el estudio previo de Alfonso Zamora Vicente, con párrafos tan preclaros para lo que yo estaba intuyendo como: de la lectura de Luces de Bohemia brota indudablemente un impreciso regusto de sainete, de zarzuela con tonillo de plebe madrileña y ademán desgarrado […] el léxico de los sainetes y del género chico lo reencontramos, revestido ya de dignidad literaria, en Luces de Bohemia. La tesis de Zamora Vicente confirmó mi sospecha y me sumergí entonces en una nueva lectura de la obra, esta vez rastreando la música entre las palabras, del mismo modo que cuando leo un poema y voy valorando sus posibilidades para ser musicalizado. Y no tuve ninguna duda de que estaba ante una zarzuela. Zarzuela en el amplio sentido del término. Ese genérico que utilizamos para englobar prácticamente todo el teatro lírico español. Un término que nunca utilizó Pablo Sorozabal, uno de los más genuinos representantes del género, para denominar sus producciones (el sainete lírico La del manojo de rosas; la ópera chica Adiós a la bohemia; la opereta Katiuska; etc.). Y es que en tantas obras el subtítulo verdadero, y no el genérico común de zarzuela, llega a ser toda una declaración de intenciones, orientando en muchos casos hacia la esencia misma del formato. He ahí La gran vía de Chueca: “revista lírico-cómica, fantástico-callejera”. De este modo, Luces de Bohemia quedó subtitulado como “esperpento lírico”, elemental resultado de fusionar la denominación de Valle con el elemento lírico que la música le aporta.
Que Méndez Romeu es la persona que más sabe de las óperas escritas a partir de textos de Valle-Inclán lo atestigua la citada publicación de éste en 2022. Su colaboración conmigo en la gestación de Luces fue de verdadera empatía y complicidad, capaz de impulsar la creatividad que ambos necesitábamos para darle forma y sentido al producto final. Él ya ha manifestado en diversas ocasiones que su trabajo fue el de adaptar el texto, siendo absolutamente respetuoso con el original, interviniendo únicamente en la reducción de escenas y personajes, y adaptando el texto susceptible de ser cantado. Sería muy interesante que el público pudiera conocer los estudios previos que Méndez Romeu llevó a cabo con esquemas y bocetos donde todo el complejo entramado de la obra queda al descubierto. Un fino trabajo de agudo orfebre capaz de “simplificar” un texto, aparentemente intrincado, para convertirlo en material dúctil. El resultado son doce escenas, divididas en dos actos, que impregnan al compositor como a Dánae la lluvia de oro de Zeus.
Para un músico conocedor del género de la zarzuela, ante la lectura de Luces de Bohemia no pasa desapercibida la conexión de esta obra con la citada La gran vía: un paseo por las calles de Madrid, a modo de revista, sobre las circunstancias socioculturales de la Restauración. Hay que señalar que fue estrenada en 1896 y dada la enorme popularidad que alcanzó en su tiempo es muy posible que Valle asistiera a alguna representación. No es mi misión investigar si ésta influyó en aquélla pero es evidente que, salvando la distancia entre ambos textos, en ambas confluyen aspectos que las relacionan, siendo el más evidente el de la propia estructura. De este modo, Luces de Bohemia podría seguir el esquema propio de la revista con un esquema cuatripartito:
Las escenas breves y bien definidas de Luces de Bohemia son diversas e invitan a recrear musicalmente acciones de gran variedad pero siempre complementarias entre sí. El compositor Ramón Barce en: "La revista: Aproximación a una definición formal", Cuadernos de Música Iberoamericana, vols. 2 y 3 (1996-97), dice sobre el género revista que “en su estructura literario-musical cooperan los siguientes elementos: los versos románticos sentimentales, los tipos castizos del sainete, los cuplés eróticos, la glorificación regional y nacional y la crítica política. La música se nutre del folclore urbano y regional y de los bailes de moda: el flamenco, como especie más singularmente española; la jota, en sus diversas modalidades, también el cuplé. Del folclore regional incorporan, asimismo, las rondas de canciones y bailes, y del folclore urbano, las seguidillas, el bolero, el tango andaluz… Y de los bailes de moda adoptan el vals, el pasacalles, el chotis, la gavota, la polca, la habanera, la mazurca, el cancán, la rumba, el cake-walk, el garrotín, el foxtrot y el tango argentino”.
En relación a lo anterior, al extraer la música que subyace en el texto de Luces de Bohemia, asoma desde el ritmo de habanera en los evocadores paseos callejeros de Max y Don Latino hasta el chotis seductor de La Lunares ante Max, pasando por la rumba en los contoneos de Enriqueta La Pisa Bien, moviéndose por la Taberna de Pica Lagartos. Un momento especialmente significativo es la escena en que Dorio de Gadex, con el coro de los Modernistas, se mofa de Galdós. Valle acota: “Dorio de Gadex, feo, burlesco, y chepudo, abre los brazos, que son como alones sin plumas en el claro lunero” y entona aquello de “El enano de la Venta”, a lo que el coro, en eco, responde “¡Cuenta! ¡Cuenta! ¡Cuenta!”, prosiguiendo del mismo modo en los siguientes versos. Para mí es evidente que estamos ante una copla de jota, donde Dorio, con los brazos abiertos, se afirma cual jotero, con el coro que le secunda. Momento pleno de humor, donde la mofa de Dorio adquiere todo su sentido con ese “esperpento” de jota, danza hispana por excelencia. Y es que la tarea del compositor, ante un texto como el de Luces, es la de acertar con el “tono” adecuado a cada momento y a la vez dar en el clavo con la horma musical que mejor convenga a la acción teatral. Y hay que señalar, que dentro de un tono constante de humor, existe el brutal contraste con dos momentos de intensidad dramática que, como sabemos, están situados paralelamente en las dos etapas, puntos climáticos de la acción: la escena del calabozo con el preso catalán, y, en el segundo acto, con la muerte de éste.
Respecto de los diálogos, cortos, punzantes, tan característicos del género chico, recordemos nuevamente a Alfonso Zamora Vicente, cuando dice Y todos hablan con sabor de sainete, con la voz de la calle madrileña, empapada de nocturnidad, churros y aguardiente. Rasgada, violenta, exclamatoria, achulapada, a veces obscena, a veces orlada de poesía elemental, directa y conmovida. Es cierto que el texto ofrece dificultades para armar romanzas o números a solo, pero gana en la riqueza que le aporta una galería de personajes cantantes que van desde el protagonista absoluto Max Estrella (barítono-lírico, al modo de los principales roles de zarzuela donde este timbre resulta ser el característico) hasta los personajes femeninos, que alternan voces de soprano y mezzo, como La Pisa Bien o La Lunares, pasando, cómo no, por Don Latino, timbre de bajo profundo, complemento esencial del protagonista.
El elenco es pues diverso y rico para crear los distintos roles como requiere tan variada presentación de personajes. Y no es excepción Luces de Bohemia respecto del número exiguo de voces femeninas en relación a las masculinas, pues las grandes obras del género presentan esa desproporción (La Verbena de la Paloma tiene 7 masculinos y 5 femeninos, o La Revoltosa: 6 y 4, respectivamente, etc.). Lo que sin embargo era prácticamente inexistente en el texto original era el coro, tan necesario en una obra paradójicamente coral, donde la voz de la calle resulta ser esencial. Ahí resolvió magistralmente Méndez Romeu ingertando aquí y allá hasta lograr pequeños fragmentos corales diseminados a lo largo de la obra.
Por otra parte, el orgánico orquestal no fue una excepción a la tradición del género: una orquesta de 35 músicos (2-1-2-1, 2-2-3, 3 perc, arpa y cuerdas). Una orquesta cuya principal misión es la de acompañar el canto, con toda la riqueza tímbrica sí, pero en el plano que le corresponde. Así como en otras ocasiones la orquesta puede llegar a representar un actor más en el elenco, en esta ocasión, dada la riqueza y variedad de personajes, son éstos los absolutos protagonistas de la acción musical. Lo que no quita en absoluto la aparición de motivos tímbricos que van a dar cohesión al entramado orquestal. Insisto en este punto porque últimamente en el teatro lírico hay producciones que ponen más el acento en el color instrumental y no tanto en cuidar la línea vocal, lo que en mi opinión conduce a una desvirtuación del sentido último del teatro puesto en música, dígase ópera, zarzuela o teatro musical.
ANEXO I
Estructura de la obra
Acto I
Preludio al Acto I
Escena 1: Casa de Max
Max, Collet y Coro
Escena 2: La librería de Zaratustra
Max, Don Gay, Don Latino
Escena 3: La taberna de Pica Lagartos
Max, Don Latino, La Pisa Bien, El chico de la taberna y Coro
Escena 4: En la calle camino de la Buñolería Modernista
Max, Don Latino, La Pisa Bien, Dorio de Gadex y Coro
Escena 5: Ministerio de la Gobernación
Max y Serafín el Bonito
Escena 6: En el calabozo
Max, El Preso y Coro
Acto II
Preludio al Acto II
Escena 7: Redacción de “El Popular”
Dorio de Gadex y Coro
Escena 8: Secretaría particular del Ministro
Max y El Ministro
Escena 9: En la calle con las prostitutas
Max y La Lunares
Escena 10: En la calle cuando encuentran a la mujer llorando porque han matado a su hijo
Max y Coro
Escena 11: En la puerta de la casa de max
Max y Don Latino
Escena 12: La taberna de Pica Lagartos
Don Latino, La Pisa Bien, El chico de la taberna y Coro
ANEXO II
Elenco:
PERSONAJES CANTANTES:
Los personajes de Don Gay, Dorio de Gadex y El Preso pueden ser interpretados por el mismo tenor.
Los personajes de El chico de la taberna y Serafín el Bonito pueden ser interpretados por el mismo tenor.
Los personajes de Enriqueta la Pisa Bien y La Lunares pueden ser interpretados por la misma soprano.
En consecuencia, el elenco quedaría reducido, como mínimo indispensable, a una soprano; una mezzosoprano, dos tenores; dos barítonos y un bajo.
Juan Durán, compositor